domingo, 7 de julio de 2013

Hay tiempo para todo.

Los dos últimos fines de semana me han ofrecido grandes satisfacciones de las que sólo puedo expresar aquí la que se refiere a aprovechar, repartir y vivir intensamente el tiempo del que dispongo.




No sabría decir cuántas horas he montado en moto, y habré estado en un radio no superior a veinte km del campamento base,




Lo primero era visitar la huerta. ¡Cómo puede tener todo tan cuidado y arreglado con los años que tiene! Alucino con sus riñones; Estoy seguro que yo no aguanto dos horas trabajando ahí.



Tras un paseo ¡a las cuatro de la tarde! de algo más de hora y media (huerta y choperas a orillas del río) jugando con la arena y con calor muy diferente al de la ciudad  y soportable, por la tarde me voy a pasear, cuando baja el sol. Nada de complicarse por indumentaria y temperatura, pero de verdad que el aire era de lo más agradable de pie sobre las estribera de la pequeña Beta




Sólo había estado una vez en el interior de aquéllas ruinas y disfrutando del color dorado de la tarde, de ese sol que se reflejaba en el cereal y muros, muy inclinado  y difuminado como debe ser en estas fechas, allá me fui.










Me pregunto, ¿cuánto aguantará sin caerse?






Tras disfrutar de las vistas, de un ligero viento del noroeste que se ha levantado, y de cientos de espinas clavadas en los calcetines regreso a casa.






Divertida moto que permite subir, bajar o pasar por donde sea. ¡Vamos al camino!






Y al siguiente día todo cambia: todo luz de verano. Un par de horitas zascandileando en marcha con un día agradable aunque en parado con sol fuerte de verdad.





Voy justamente al otro lado del pantano, lugar donde ya dormí con Angel, apodado Ziervo, el pasado verano.





Sobre este plano, esta base de piedra con caída cenamos, dormimos, amanecimos y desayunamos; Una gran vista sin ir demasiado lejos.





Unos grandes momentos de soledad necesarios también para uno mismo, haciendo lo que más me gusta: estar al aire libre respirando campo, a ser posible con agua cerca; Y una vez llenos los pulmones, vista y olfato de lo que a lo largo de la semana tanto echo de menos, vuelvo a casa deseando verles y contarles, por carreteras a paso lento, casi contando las espigas, disfrutando como un enano del tranquilo paseo que me proporciona la Beta que al ser obligado, se asume y se disfruta dos veces.




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