lunes, 25 de noviembre de 2019

Un poco de todo

El domingo 24 cabía una mañana de moto. Los últimos pensamientos que tenía para el día que pudiera salir era una zona de Estremera que quiero  repetir

Pero, la semana 47 ha sido otoñal, lluviosa, como debe de ser, incluso invernal,  y el barro ha convertido el terreno en algo de  mírame y no me toques, así que como para abandonar la carretera y adentrarse en los caminos. 

¡Qué rabia!




Por tanto, me propuse a mi mismo otro plan. Convertí el día en una mezcla de obligación deseada haciendo de transportista, afición para disfrutar de la moto, observar el entorno otoñal, disfrutar como hace unas semanas de la velocidad tal vez y sensación de viaje, y cumplir con... mi Interior.


Así, dejé la moto preparada con las alforjas colocadas y cargadas, el baúl trasero, y hasta los bolsillos de la chaqueta y pantalón con las cosas necesarias, pendiente de colocar la bolsa sobre depósito con documentación cámara de fotos y alguna cosa más (el termo). Y todo bien, pero, al bajar al garaje para salir pitando, veo que las cintas que soportan la bolsa sobre depósito están debajo del asiento. Toca desmontar las alforjas y .... apañarlo de nuevo. Grgrgrgrgr. Cosas que..., siempre pasan.






A las seis cincuenta salía del garaje, y pasado Alcalá de Henares ya me sentía metido en el papel de viajero. El valle de Valdenoches oscuro con las luces de la moto iluminando la carretera, el cielo con la tímida claridad, el calor del chaleco y las manos calientes, me hace disfrutar del placer de viajar en moto junto con ciertos recuerdos que me sacaban una sonrisa. 120 - 130 km/h, que al pasar Torija superaría con la salida del sol. Toooodo para mi, cielo despejado y nubes al fondo, hacia donde iba. Otro momentazo fue al pasar Medinaceli. Ahí la carrera me chifla, coges altura y las vistas a derecha e izquierda y sus curvas abiertas me entusiasman.

Poco antes de dejar la autovía, sale el gasolinero con gesto claro de molestia, por abandonar el calor de la caja-tienda para echar 4,50 euros de gasolina a "este pobre de la moto que dónde irá con el viento y frío que hace". Había llenado en el km 103, pero las gasolineras de estas zonas despobladas pueden dejarte sin combustible por encontrarse cerradas, o por haber cerrado definitivamente desde la última vez que pasaste. 4 kms más adelante abandono la A-II para adentrarme en esta fría, pobre y dura zona de Soria, y cada más abandonada entre los que se van, y los que fallecen.

Cambio de ritmo. Carreteritas, curvas, monte arriba, monte abajo, ruinas de castillos y torres, iglesias y viejos corrales, molinos, yeserías, con alguna caseta bien cuidada con los útiles para el huerto, tierra y algún recuerdo.

Demasiada vida interior. Así me pasa. Yo me lo guiso, yo me lo como.


Tres corzos se me cruzan antes de llegar al pueblo. Me gusta recorrer este tramo último antes de llegar al pueblo sea en bici, andando o en moto, en cualquier estación del año, y en donde al atardecer o amanecer la fauna se desata.





Primero la obligación, luego la devoción. Saco todas las cosas, las dejo dentro de casa, mientras llega también de Madrid, de los alrededores, J.L., que viene a cazar, aunque no hace día por el viento.Una vez descargado el equipaje, y habiendo cumplido con uno de los objetivos, me doy un paseo por el pueblo, y a visitar a los antepasados.. Vuelta al pueblo por otro lado, y saludando, pues, de nuevo te sorprende como un pueblo sin habitantes, no termina de no tenerlos pues o están remozando la casa, o van a dar de comer a los perros, a cazar, a pasar el fin de semana, a arreglar la valla del huerto o de las gallinas, o a darse un pingüi.





Ya de nuevo en casa, ordeno lo trasladado, veo si todo está enorden, mido un rincón que me dará tarea para el año que viene, y tras despedirme de mi vecino pintor, de cuadros, de exposiciones, pongo rumbo a Almenar por carretera, pues, la ruta por campo resulta imposible. Allí nació la que fuera mujer de Antonio Machado, Leonor Izquierdo.

Poco antes de llegar, sin haberme cruzado más que con dos coches, en un cambio de rasante, encuentro un grupo de traileros - GS, V Strom, incluso una Transalp 700 - y que saludan efusivamente al perro solitario con el que se cruzan.

Me habría gustado un día con sol, más luz, brillo, ...



...pero, todo tiene su encanto. Me moví andando en principio, rodeando el castillo y luego la ermita de la Virgen de la LLana, alejada,...






 ... para luego mover la moto y utilizarla de trípode para las fotos.



Por los muros del castillo han pasado Carlos II, Felipe V, Hernan Bravo de Lagunas, embajador de la Corona de Portugal y el escritor Gustado Adolfo Becquer, entre otros, y hoy es de propiedad privada y unos de los castillos mejor conservados de la Provincia.










No hay tiempo para más. Al cabo de una hora, me pongo todo el material contra el frío, y los tapones para comenzar la vuelta.



Las nubes impidieron ver el Gran Moncayo, pero, los primeros kms me permitieron disfrutar de la SIerra de Urbión, y que en la distancia trasladaba una buena capa de nieve encima.

Almazán, Atienza, a Mandayona, unas curvas, y la A II, de nuevo. Aumento de tráfico, obstáculos, y a casa.

Como dicen en Noruega, "no hay mal tiempo sino ropa inadecuada". Así que, deseando que llegue la siguiente, adaptándome a las  circunstancias que la vida marca, mientras te va doblando, y que te hace actuar, pensar y sentir de forma diferente, dejando de ser un poco el que eras y resurgiendo de otro modo.



Almenar de Soria from Jesus A on Vimeo.

lunes, 11 de noviembre de 2019

A remojo


Amanece buen día en Madrid, pero las previsiones no se equivocarán. Desde el lugar de encuentro, nos ponemos en marcha camino de donde se espera lluvia a partir de las doce am.  No se espera nieve para el sábado por donde vamos, y es lo que me empuja a continuar cuando me levanto. 




Elijo volverme el sábado ante las circunstancias, y, pasado el domingo, he de decir que acerté con la decisión: me habían surgido cosas pendientes, prioritarias ahora para mi, y he superado las expectativas, porque saqué adelante las previstas y otras no tan importantes pero que requieren tiempo, y dada la meteorología ya habría más días para disfrutar mejor del campo, de sus paisajes y de ratos parado contemplando.





Tenía ganas de disfrutar de los colores del otoño, y me he traído bastantes imágenes  grabadas en la retina de valles ocres y praderas amarillas, así como el buen rato de la parada que se convirtió en comida en la entrada de la Iglesia de un pueblo llamado....., no lo recuerdo; También de las casas de piedra y viejas puertas de madera encontradas al atravesar los pueblos con olor a chimenea.





Y es que montar en moto está bien, pero, es más de lo mismo; 





Mucho tiempo ha pasado desde que semejante aguacero cae incesantemente sobre el campo; Nuestros trajes de agua nos protegen, así como los tacos de las ruedas. Juan Carlos va tirando del grupo. La ruta no puede ser mejor para esta meteorología. Son pistas y caminos no botijeros, y las ruedas aguantan la trayectoria. En algún caso la mía empieza a no hacerme caso,...





... pero, leyendo el terreno se adivina donde debo aflojar y donde tirar. Al final el juego divierte, pero, no como antes: no puedo retirar la vista del camino.





El grupo es lo que disfruto, pero, parar es retrasar la ruta, y es complicado porque con la lluvia ni te puedes quitar el casco, y apoyar la bota es quedarte pegado en el terreno. Así que bien por esa parada larga de comida en la que los dulces y salados se mezclaban con el café del termo, pero, tan felices allí charlando al cobijo de las vigas de madera y paredes de piedra.








Y pasos como este, llenito de hojas caídas y las vistas de amarillos, y ocres constantes, en esas miradas fuera del camino que me permitía, no sin riesgo, son los que quedan de este fabuloso día en el que los compañeros avanzan por las ganas de estar fuera de casa, en libertad, cambiando el ritmo de diario.















En una encina nos cobijamos. Necesidades fisiológicas lo requieren, pero, un compi anda con las manos ateridas. Ninguno pensábamos que podía llover tanto tiempo sin parar. LLevamos cinco horas lloviendo y sus guantes están empapados.



 
Se hace necesaria una parada en un bar para tomar algo caliente y decidimos buscar uno en el siguiente pueblo. Para mi deja de tener sentido alejarme mas, por lo que decido volver y me despido.




Camino de Ávila tengo la sensación de disfrutar del momento, del paisaje que ahora puedo mirar ante la ausencia de circulación y el firme más seguro y de las largas rectas. Me relajo, y unos kms antes de Avila paro, echo gasolina, me pongo los guantes calefactables, enciendo el chaleco calefactable, y decido ir a Madrid por El Escorial, no por la aburrida autovía.





Y, continuo relajado, disfrutando del paisaje y carretera de Ávila a la Cruz Verde. Paro en El Escorial, tomo un café calentito, y continuo hasta el Valle de los Caídos, donde me desvío a Guadarrama y ahora sí a la Autovía.

Al poco de entrar en la autovía, me empieza a doler el culo, la espalda, empiezo a tener frío. No es nada: es la vuelta.