Entre semana nos lanzamos un mensaje, y el sábado confirmamos que salíamos. Propuestas conocidas, y una desconocida para él. En casos así, siempre ilusiona enseñar a alguien algo que conoces que intuyes le puede gustar, para que haga uso de ello en el futuro y quede en el recuerdo entre las personas que viven en el momento.
Hoy, con las cientos de aplicaciones que hay, lo llaman compartir, y gracias a lo cual he conocido lugares que otros han mostrado. Antes era solo el boca a boca, además de las revistas. Ahora tienes el boca a boca de todo el mundo en tus manos. Sin embargo, lo que para unos es simplemente compartir otros interpretan las cosas de otra forma, lamentablemente.
Tras hora y cuarto de autovía a un ritmo ligeramente superior al legal, pero, de lo más razonable, llegábamos a la zona donde comenzaba la excursión. Nublado, niebla alta, gotas en el parabrisas y visera, no parecen apetecibles para viajar, pero, yo iba encantado, escuchando música de los Ochenta. Campos, lomas subiendo y bajando, verdes, labradas, con una carrasca gigante en medio, y allá por el Km 112 la laguna de El Hito con agua. ¡Bien! ¡Habrá grullas!
Tras un café bien caliente por un precio alejado del de Madrid, que repuso con su azúcar y cafeína, y nos estiró la espalda tomándolo en la barra, continuamos a la presa de Alarcón y a Alarcón.
Tiramos unas cuantas fotos admirando la hoz del Jucar y el color de sus aguas; Dimos un paseo en moto por el pueblo, y continuamos por carreteras solitarias, alguna de mala muerte, y pistas en las que nos metía Maps para llegar a Montalbo, donde echamos gasolina y nos acercamos al refugio antiaéreo.
Manolo, que todavía mantiene intactas las ganas de mirar detalladamente por dónde va a ir, había estudiado el lugar y se lo sabia mejor que cualquiera del pueblo por lo que sacó de consultar internet. Pasamos un rato muy divertido
De aquí, volvimos sobre el mismo camino, siguiendo la buena observación de Manolo sobre el estado ya conocido del camino hasta el refugio, dado que, al menos yo, voy inseguro con el neumático delantero, desde que me caí en zona con algo de barro. Yo miraba otra pista en dirección a la carretera que habría de llevarnos a la laguna, pero, si, mejor volver sobre nuestros propios pasos.
Después de hacer volar a las grullas, nos fuimos al castillo de Puebla de Almenara.
Sin embargo, al llegar al castillo, al que subí únicamente yo, por el estado del terreno que ya he comentado anteriormente, me encontré esto:
Me dio mucha rabia. Como decía al principio tenía mucho ilusión por enseñar a Manolo el interior de estas murallas, donde el termo que llevo ha entrado en un par de ocasiones, ya que siempre me toca ir con mal tiempo, no se por qué casualidades de la vida.
LLamé por teléfono a Manolo desde los muros del castillo para decirle que diera media vuelta. Le tocó al menos subir solo una vez una de las cuestas.
Y como el lugar, bonito para contemplar el terreno desde allá arriba, no era adecuado para cortar el trozo de pan del día anterior que llevaba, y hacer dos montados de jamón serrano, tomate y atún, nos bajamos al merendero de la ermita donde terminamos de pasar el rato, antes de comenzar la vuelta por autovía para llegar a casa y dedicar las últimas horas de la tarde a las familias.
Que buen recuerdo, muy bien descrita tu cronica!, siempre estara ahí para cuando yo quiera, gracias Jesus!
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