martes, 20 de junio de 2017

Le doy 50 euros por el contenido de la nevera....

Soy de las personas a las que los avances en la tecnología le superan, les saca muy poco partido, y a la vez le maravilla que se logren.

En el caso de la bici, me pasa igual, y no me paro a examinar esas bicis que veo expuestas y me llaman la atención porque de primeras no les encuentro sentido en mi vida, en el uso que le doy a una bici, y por el precio que tienen para ser..., bicis. Me refiero a las bicis de descenso, enduro, no se si son las mismas o hay distinciones entre ellas.

Este fin de semana he tenido la suerte de salir con Manolo, Mauricio y Alejandro, amigos de salidas en moto, y Miguel (Maculi) y Alberto. Los sábados salen con esas bicis, están muy en forma, y hacen eso que yo no me planteo ni de lejos.

Como se trata de fin de semana, como se lleva equipaje, hace calor, y se trata más del grupo que de la bici, me invitan a ir por fortuna, y sumo una nueva experiencia en eso de disfrutar del campo de otra forma.



   






El sábado comenzó desconcertante para mi; ¿Tres horas empujando la bici? Era subir, subir, cumbrear, bajar sin dar pedales y volver a subir. ¿? ¡No daba crédito! Era como en los viejos tiempos: Enri, Charo, Little, Alfonso y yo, por aquellos andurriales, mochila a la espalda con lo necesario para unos días y tira. ¡Pero solo cargaba con mochila, no con el peso de la mochila y la bici! ¿Para que la bici? ¡Si resulta que lo mejor, la cuesta abajo, te la cepillas en un pis pas! Lección: para estas cosas, mejor mochila a la espalda, no alforjas que arrastrar con la bici cuesta arriba, y de las que tirar para superar los escalones.








Las bajadas de tierra son divertidas. La bici pesa poco, no es la Transalp, Pero a mi me da miedo bajar deprisa, y es ahí donde veo a "estos desalmados" aprovechar sus bicicletas. ¡Madre mía! De no fijarme, empiezo a mirar el pedazo máquinas que son. Ahora entiendo sus suspensiones, ligereza, cuadros, frenos, ¡neumáticos! Aunque como las motos de enduro, esto no lo veo para mi, pues insisto en que no quiero correr así ya que me veo en el suelo.








Los viejos y nuevos amigos me esperan, incluso me cuidaran cuando mis abductores se quieren montar cerca del pantano. Tiraran de mi bici dejándome las suyas para subir, más ligeras y sin peso. Gracias Amigos.

Yo soy ese, ese que circulando por una carretera queda por detrás del descolgado del pelotón que se va difuminando cuando te cruzas en dirección contraria con ellos. A mi ritmo. Solo antes de comer, a nada del pantano decido parar a recuperarme de la solanera, del sudor y a ponerme ciego a más agua.











Fue ahí donde el calor me mató, al igual que a los demás, aunque yo decidí no jugármela a pesar de que faltaran metros para llegar a la presa. ¡Que buena aquélla sombra!






Hartos de calor, decidimos comer en un lugar que no procedía, pero, era como un soplo de aire acondicionado y aunque con corriente ¡qué bien sentaba! Fuera, todo bicho veraniego frotaba su alas haciendo ruido, y los pájaros callaban porque no podían ni piar.

Nos fuimos a bañar. El primer y último baño, éste, junto al cantarín Maculi supieron a gloria. Dos cosas: primera, que las colchonetas transportadas hasta allí ni se sacaron, y el toldo que arrastré para ese momento ni se montó; El árbol bajo el que estuvimos era perfecto, tronco en el centro y sombra perfecta, y para colmo daba cobijo a unos portugueses que se fueron antes que nosotros no sin antes ofrecerles 50 euros por lo que su nevera tuviera dentro, Una coca cola Zero, dos latas de cerveza y litro y medio de agua que desde aquí damos las gracias por regalárnoslo.  




(El Gran Maculi, Miguel, y Manolo)



(Alberto dormido, y Alejandro tratando de hacer lo mismo) 








Antes, es cierto que alguno también se medio bañó








Poco más tarde, nos pondríamos en marcha para, siguiendo el plan, llegar por la carretera de servicio del Canal a Valdesotos. Había sombra, el calor no era el mismo, ni había esa luz cegadora que a las tres de la tarde ofrecía el Sol. Un placer de paseo, eso si, yo a mi paso, y sin las hoces del Jarama a la vista como por la mañana que me entusiasmaron. Precioso paseo y a la sombra.






Increíble lo vivido en Valdesotos hasta la una de la madrugada. El cuerpo bebía sin parar, mezclaras agua, con cerveza, casera o gazpacho. Luego una ensalada gigante que duró un suspiro para ingerir más gazpacho, agua y ya torreznos, alitas, patatas bravas, no se que no se cuantos, y los solomillos. Digestivos y copazos, y claro, a la hora de ir a dormir tenías el que no montaba la tienda ni por ganas,ni por estado, y el que por cabezonería tenía que clavar las piquetas en una era. ¡Y venga a darle con la piedra!¡Venga , sigue que ya puedes! ja, ja, ja, ja. Al parecer Mau roncó de lo lindo, y gracias a los dioses ni me enteré. Hizo bien en candar la bici porque si vienen por ella ni se entera, o quizá no se habrían atrevido a acercarse a su bici, tumbada a su lado como si de su pareja se tratara, por esos ronquidos.



(Mauricio) 



(Alejandro)



(Miguel, Maculi) 



(Manolo)






Noche estrellada, vía láctea a la vista y alguna estrella fugaz. Increíble. Lástima no disfrutar más veces de esto.

Quitar el candado de la bici por la mañana fue otro cantar. Menos mal que había alicate. Y peor, la cámara de vídeo de Manolo ha desaparecido, aunque tras el susto sabemos que se encuentra dentro del bar que abrirá dentro de más de dos horas, y queríamos volver a los coches temprano, hartos de calor.








Finalmente, me separaré del grupo. Quiero llegar a casa a comer, y aunque por la tarde del sábado no tuve molestias, prefiero volver con calma y con el fresco. El resto acompañarán a Manolo que quiere recuperar la cámara cuando abran el bar. 

Mi vuelta sale de diez. Las piernas no dan problemas, El sol no pega fuerte y me entretengo admirando el pasisaje desde lo alto y la cantidad de lagartijas pegadas al asfalto que se retiran a mi paso, cienpies, gusanos, qué se yo que de animalejos y mariposas de variados colores. Al llegar al coche me he bebido mas de un litro de agua en 15 km.

Tras lanzar un mensaje de que he llegado al resto y preguntar si se necesita coche para algo, me vuelvo camino de casa. La salida pudo empezar al revés, es decir, esos ratos iniciales más duros fueron solo al principio, pero el Barranco Valhondo y Hoces del Jarama bien merecen repetir. El grupo se ha portado genial, los cinco me han hecho sentir como en casa y para colmo todos del mundillo de la moto de una forma u otra, de la bici, y amigos más del campo que de la tele, Recorrer con ellos esas sendas por las que pedalear, bajo los árboles, metidos en esos barrancos, con muchas zonas todavía verdes me ha producido mucha satisfacción, como para seguirles en alguna otra y fijarme algo más en esas bicis a las que ahora veo algo más de sentido.





(Alberto)


(Increíble) 




(Tras la primera subida, donde bebí una lata de Nestee de tirón)












Por los caminos de Manolo con "The Locas" from Jesus A on Vimeo.

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