... salgo de casa nada más comer, para aprovechar y disfrutar de los pocos días de primavera que podemos disfrutar por estas tierras.
Las cunetas plagadas de colores, el trigo por la zona sur ya verdecillo y corto por la poca constancia de las lluvias, e insectos impactando constantemente en las gafas de sol y mejillas (ay, ay, ay, cagoen, ay...). Primavera.
Me empeño en llegar a Chinchón por un lugar diferente y mira tu que lo consigo. ¡Que tontería!¿Cómo no lo habré hecho antes? Encuentro buen asfalto y curvas pero doy un rodeo no muy grande para al final tener que recorrer la mayor parte del camino (por carretera) de siempre.
Y allí estaba la mitad de la provincia de Madrid. Hay mercadillo y menos mal que hay plazas para aparcar la moto pegadito a la Plaza. Que follón.
Cojo mis bollos no sin antes entenderme con una francesa a la cola que quiere comprar algo típico pero no sabe como pedirlo, ni sabe lo que es, pero se lleva puesto lo mismo que yo, y salgo corriendo de allí.
Lo que me recuerda el individuo que esta mañana, yendo en la bici, me pide ayuda por que quiere apretar el manillar de la suya; "¡Si hombre, espere!" Por todos los astros que el Sr llevaba el manillar suelto, que no flojo y el manillar caído con los puños para abajo; Y es que me da que había sacado la bici de la tienda sin ajustar nada. Le pido permiso para hacer lo que quiera y le aflojo manetas y todo y se lo monto como creo que el 80 % de los ciclistas llevamos el manillar más o menos. Se va feliz, pero, ¿cómo llegó hasta allí así y sin caerse?
La vuelta la haré por campo, pues a la ida no acerté; La pista que cogí se cortó tal cual. Mira que he intentado subir a esa montaña varias veces y no veo cómo.
Pero a la vuelta sí he acertado a subir a un monte donde tener una buena vista y distinta del Valle del Tajuña. Darle la vuelta a la moto ahí arriba será otra cosa. ¡Cómo se me ocurre subirme ahí cuando no puedo empujar! Con más maña que fuerza que no puedo aplicar le doy la vuelta a la moto y me tiro para abajo por el sendero ya sin ningún problema.
Y ya alcanzo la pista de siempre y me cojo el camino donde el amigo Toberoloco se rompió la tibia en una ocasión y cojo la pista hasta la cementera. De ahí para casa por carretera.
Tres horitas justas de moto y colores.
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