Esta mañana de diario, laboral, con turno de tarde, la dediqué a visitar con calma un lugar que me enseñó Liet XT. Tapones en los oídos y a disfrutar de las mal llamadas malas carreteras: curvas, huertas, viejos vehículos de ruedas racionales y no "balones", y olor a leña quemada y bollos al pasar por los pueblos.
Son unos cincuenta km, y tras ver trabajar al "pulpo" en una gravera, como no, me separo del asfalto para disfrutar del otoño circulando por caminos.
Ahí la tenemos; Estamos en Toledo.
Bien cuidada y cerrada. Me quito el casco y cojo el termo con algo caliente que me repondrá de algo de frío.
Y me pongo a fisgonear con disimulo por el lugar, veo que hay un bar con terraza, "cerrado", ante unas buenas vistas por la altura, que se ven rotas por la necesidad de la fábrica situada justo debajo y que no muestro. Aunque no deja de ser curisoso.
Tremendos los cantíles. El camino que se ve lo cogeré y me pedirán que me marche pues es finca privada anunciada, pero, yo por si acaso me meto por que es una pasada y para marcharse con educación siempre se puede, más fácil solo.
A la que me echan aprovecho para bajar al Tajo y husmear la zona de la represa y esa factoría o lo que sea pegadita al río.
Siiii, ya lo creo, no puedo evitarlo: también juego aprovechando las bañeras. ¡Cómo me gusta!
Termino el paseo en el pueblo, al que llego por una buena pista, disfrutando del sol ya algo alto y su calor.
Vuelta por carretera, la misma, con sus curvas y pueblos, y despacio, bailando al tiempo que voy trazando disfrutando de la moto por carretera.
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