sábado, 17 de mayo de 2014

Regreso a Gredos


LLevaba tiempo queriendo recorrer esta clásica salida; Sus paisajes me llegan muy adentro y hay una profunda añoranza por tiempos muy buenos, vividos muy intensamente con una pandilla de amigos muy unidos hace años. 





Si no me equivoco, la última vez que quise hacer esta ruta cayó Mau  con rotura de una pierna, - a día de hoy restablecido gracias a los dioses - y no terminamos la excursión ; En esta ocasión somos dos, y es nuestra segunda salida juntos aunque ahora solos los dos.





Hay que alejarse de la ciudad: El respeto al recién nombrado Parque Nacional del Guadarrama y los kms de ruta hacen conveniente ir avanzando.




El incendio de Robledo de Chavela me deja K.O. Cerca de San Bartolomé de Pinares las vistas de la Sierra de Gredos son de una gran profundidad, y como casi siempre, ahí arriba, en el cruce de la Cañada Real, sigue habiendo caballos; Una parada, en la que coloco el retrovisor que se ha aflojado poco antes con una zarza, tras adelantar a dos endureros que buscaban sendas rodando despacio por la derecha de la pista. Mientras Alejandro dispara fotos como para comerse dos de los antiguos carretes más largos. Le faltaba dar saltos ante tanto bosque, camino, ganado y Esa Sierra.

















La mañana esta resultando tranquila. No voy al cien por cien: he dormido pocas horas; Los baches me retumban en la cabeza.







Abandonamos las pistas y caminos para vadear un río no muy caudaloso en este momento y  nos adentrarnos por lugares mas entretenidos.






Estoy deseando meterme por las callejuelas que llegan a Navaluenga: Es entretenido y la vista del valle me parece increíble.






Mi duda es, ¿por la parte fácil o la más complicada? Alejandro no elige, se deja llevar. Después de una mañana sin complicaciones, quizá suave para alguien más joven y con una trail más ligera, me decido entrar por el callejón más entretenido.






Se encuentra como esperaba: con agua.






Y según avanzamos veo que es cuestión de seguir, esforzándose un pelo en algún momento, hasta que meto la pata, y en sitio concreto me meto juuuusto por donde no debía.









Y no, no es ahí. No hay fotos del momento pues la hora que tardamos casi en sacar el moto de aquél agujero no permitió ni pensar en fotos, ni en coger la cámara con aquellas manos. Gracias, Alejandro, pues te entregaste por completo, con iniciativa e ideas para ver de qué forma sacar a la Avispa de esa ciénaga con el barro por encima de las rodillas. Eres un gran compañero de salidas y, sabiendo que de salir solo no habría escogido ese camino, veo que no tengo ganas ni de buscarrme posibles líos acompañado.








Continuamos la marcha.







 Me despisté en una zona pero logré recordar la salida.








Y de nuevo, sólo recordaba un escalón de subida, no tres; Mil disculpas por el acelerón que di para subir uno de ellos que disparó el pedrolo aquél a tu rodilla.








Por fin, senda y camino sin escalones, aunque tampoco para bajar la guardia, y más con los brazos realmente cansados de tirar y arrastrar la moto por la cienaga. Cualquier banco de arena que retorcia un poco la direccíón exigía más esfuerzo de lo necesario. Que paliza.








A orillas del Burguillo, cerca de un equipado y relajado pescador, paramos a comernos el bocata que llevábamos y todo el agua que cargábamos.






Tres cuartos de hora más tarde, subimos un poco el tono con algo de cafeína y nos metimos en la autovía de camino a casa.




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