domingo, 21 de abril de 2013

El poder del Reiki

Ninguna especialidad de la moto me gusta más que el trail, lo tengo claro; Ninguna me permite hacer ... todo, si partimos del simple excursionismo.
Sin embargo, de siempre me ha llamado la atención la moto de trial, quizá sólo por la razón de que en mi infancia estaba rodeado de motos de trial, así llamadas, con las que aquéllos que eran unos años mayores que yo salían de excursión, yendo por carretera hasta el campo donde con la libertad de entonces jugaban sobre él con aquellas motos válidas para todo.




Y de trial ha sido la vuelta de la mañana de hoy, marcada por recuperar esa tranquilidad de espíritu, esa calma,  que sentimos de vez en cuando ya en el momento de encontrarme bajando la moto del carro: mañana fresca, soleada, verde, flores, trinos,... Hasta ese momento traía en el coche la música que me gusta, volumen suave, ritmo tranquilo hasta el rincón que llevaba en la cabeza donde dejar el coche y el carro.







Ese momento ha sido el que me ha llevado a iniciar un paseo tranquilo con interés en pisar la hierba monte arriba, monte abajo y disfrutar del paisaje desde los picos donde tenía pensado subir. Encontrada la primera subida creada por motos de no se si de enduro o cross, he tirado para arriba con facilidad pasmosa; Hasta casi el final pensaba yo en que la Transalp sube por ahí, y en mejores manos probablemente termine de subir: en las mías no, al menos hoy por hoy.
Pero, la primera y un acierto. Ahí me he quitado casco, cazadora y me he dedicado a mirar, y al oír una hormigonera casera en una finca que siempre me llama la atención, he sacado los prismáticos y he localizado al dueño o trabajador que andaba poniendo piedras entre dos terrazas de olivos. Agua, más mirar, olor a campo mullido verde y a localizar sendas que subieran a otros picachos.






Solo al bajar me he dado cuenta de la pendiente que hay: He tenido que bajarme de la moto, ¡ de una de trial! y bajar a pie con ella al lado de la impresión que me ha dado.






Después de jugar un rato en una pradera verde y amarilla y hacer subidas y bajadas en un talud de unos tres metros de altura con escalones, me he dirigido a la senda que subía a otro alto. ¡Oh sorpresa que igualmente el final se la traía! No iba yo preparado para exigirme: voy solo, además. Pongo la cámara ( mira que si salgo cayendome ...) y patina la rueda de atrás. Mucha presión he dado a las ruedas pensando en pasear sólo.

Una vez arriba me encuentro una pradera que nuevo me obliga a parar, quitarme el casco, sentarme mientras soluciono algún problema con la cazadora y disfrutar del día; El casco al sol, que el melón me sudaba.







Me tenía que haber llevado algo para picar: ¡Que no se me olvide la próxima vez!

Tras el descanso, me he quedado ahí arriba enredando con algunas piedras y espantando algún conejo.




De nuevo me sorprende la bajada, un tramo de tres metros que de subida no me ha ofrecido duda alguna pero luego ya me ha obligado a bajar presiones para sentir más seguridad al hundir la maneta de freno.
Acto seguido me he dirigido a la zona más alta. Es pista, empinada, y de nuevo el paisaje por las fechas en las que estamos se encuentra para disfrutarlo, más cuanto más subo.






Monte bajo muy espeso. Zona muy alta. Veo dónde llega la pista y vuelvo atrás y de nuevo paro a disfrutar de otras cosas:






Del cielo y de la tierra:





El calor empieza a sentirse, no aprieta, pero apetece hidratarse, y viendo la hora bajo para pasar un rato en aquél talud de tres metros y en subir y bajar monte de camino al carro, pensando que la pequeña zona da para entretenerse con esta moto paseando, cogiendo el truco a esta moto y ejercitando piernas y brazos, y será en otro rato, pronto, para disfrutar de la primavera y volver a cargar de calma cuerpo y mente que seguro perderé a lo largo de la semana.






1 comentario:

  1. Sigues poniéndome los diente muuuu largos con la moto de trial.
    Gracias por la crónica.

    ResponderEliminar