Día laboral. Venía rondando esta salida en la cabeza desde hacía unas semanas, aunque se ha retrasado un día.
Quiero aprovechar el buen tiempo, días largos en luz, y después del agua y nieve caídos, del verde.
Me dirigía hacia la zona de Zorita. Quería repetir y disfrutar de estas vistas del Tajo, y llegar a Buendía; Como no por campo.
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Bello lugar donde paro un buen rato y tomo un zumo Pascual de esos que mezclan leche, con zumos dulces y agrios y azúcares y sales, y encima con minerales y vitaminas que tu cuerpo no ha tenido en su vida.
Aquí sentado ha caído ese zumo que me ha obligado a parar más veces a desalojar que a un anciano poco mayor que yo.
Y no había encontrado al lado del Tajo un camino como este para disfrutar de ese color especial que tiene, con orillas limpias y buena visibilidad.
Un aldeano a quien pregunté, al verme animado a seguir por campo, me comentó que había un camino que te quitaba un poco de vuelta y que "¡ por ahí suben muchos!"
Pos venga:
Estrecho, alguna curva cerrada con pendiente... corto, de lo que me alegro al ir solo.
Y me voy en busca de Buendía para tratar de llevar a cabo la segunda parte del dïa. No más de 90 km/h
La vista del pantano me obliga a acercarme a la orilla del embalse, pero no tanto por el agua sino por el paraje
Y llego a Buendía. Breve parada.
Y a la salida del pueblo cojo el camino de la derecha que me lleve al centro del valle que recorre de norte a sur este lugar que ya en una salida anterior y acompañado me gustó. Es el valle de Altomira.
Como ya ocurrió la vez anterior el camino aparece y desaparece constantemente pero se adivina, se deja ver y sigo avanzando.
Ermita de Santiago, en bonito emplazamiento, cuidadísima, precioso tejado de teja, sin nada más especial y mu mal por su puerta práctica pero de metal que hace daño a la vista. Lástima.
Continúo y por fin alcanzo lo que dejé de ver la otra vez: el parque arqueológico
Un paseo por los alrededores ...
Las cuevas vivienda espectaculares, más que las dos que se encuentran más al norte.
De cerca:
Tras el paseo, saco la comida: bocata de sardinas, con cocacola que se mantiene fresca en la nevera y dos Huesitos. Aislante y a disfrutar de la hierba.
Después de no más de media hora tumbado, descansando oliendo a campo y escuchándolo ( salvo por algún molesto avión en descenso para aterrizar en Barajas) ....
... me levanto para continuar valle abajo.
Este valle, no muy ancho, encerrado entre los farallones de la izquierda y la sierra de la derecha (cerrada a cal y canto con su pantano dentro, sin servidumbre de paso respetada, cagoenlaputa) me priva, y volveré para buscar más rincones y cosas curiosas como este corral natural
Y un poco más adelante surge una escena a desaparecer. Ya sabemos que están poniendo fin a muchos transportes por carretera y tren en lugares con pocos habitantes ( como se nota que no tienen ni sensibilidad ni familia viviendo en esos lugares), y este trayecto puede ser uno de esos: Madrid-Cuenca; Vellisca, localidad pequeña que atravieso y a su salida, a lo lejos, una señora paseando por su arcén bien vestida, a lo que no hago ni caso. Unos metros más adelante leo " Estación de Vellisca" y con tanta hierba sólo veo una marquesina tipo autobús de Madrid. Doy media vuelta y aparco al lado de un VW Jetta blanco que está ocupado por un matrimonio. Salen y me preguntan si acaso voy a saltar la vía, y "no", les digo. Aparece la mujer bien vestida y claro: "¡Que viene el tren camino de Madrid!"
Y allí viene
Es de esos que para si ve pasajeros en el andén, que si no los ve sigue, y si los había y no los vio desde allá, ya para un poco más adelante.
No es vuestra vista la que esta mal y ve los raíles no muy rectos.... Es así.
Pues nada, yo sigo por carretera tras despedirme del hombre que me cuenta estas cosas, y de cruzarme al reincorporarme a "lo negro" con triciclo motos con pasajero y dos Ktm 990 negras con matrícula italiana. ????
EL GPS no rutea incluyendo caminos, pero, ¡oh sorpresa! que me dice que me he pasado en un cruce, que debí coger a la derecha; "¡Pero si era una pista!" Pues no, la cojo y al cabo de un rat me doy cuenta que fue carretera, que quedan restos de asfalto entre socabrón y socabrón.
Cruzo un acueducto y aparece la autovía de Cuenca a Tarancón y una vez incorparado a ella disfruto de los últimos paisajes verdes.
Ninguna especialidad de la moto me gusta más que el trail, lo tengo claro; Ninguna me permite hacer ... todo, si partimos del simple excursionismo.
Sin embargo, de siempre me ha llamado la atención la moto de trial, quizá sólo por la razón de que en mi infancia estaba rodeado de motos de trial, así llamadas, con las que aquéllos que eran unos años mayores que yo salían de excursión, yendo por carretera hasta el campo donde con la libertad de entonces jugaban sobre él con aquellas motos válidas para todo.
Y de trial ha sido la vuelta de la mañana de hoy, marcada por recuperar esa tranquilidad de espíritu, esa calma, que sentimos de vez en cuando ya en el momento de encontrarme bajando la moto del carro: mañana fresca, soleada, verde, flores, trinos,... Hasta ese momento traía en el coche la música que me gusta, volumen suave, ritmo tranquilo hasta el rincón que llevaba en la cabeza donde dejar el coche y el carro.
Ese momento ha sido el que me ha llevado a iniciar un paseo tranquilo con interés en pisar la hierba monte arriba, monte abajo y disfrutar del paisaje desde los picos donde tenía pensado subir. Encontrada la primera subida creada por motos de no se si de enduro o cross, he tirado para arriba con facilidad pasmosa; Hasta casi el final pensaba yo en que la Transalp sube por ahí, y en mejores manos probablemente termine de subir: en las mías no, al menos hoy por hoy.
Pero, la primera y un acierto. Ahí me he quitado casco, cazadora y me he dedicado a mirar, y al oír una hormigonera casera en una finca que siempre me llama la atención, he sacado los prismáticos y he localizado al dueño o trabajador que andaba poniendo piedras entre dos terrazas de olivos. Agua, más mirar, olor a campo mullido verde y a localizar sendas que subieran a otros picachos.
Solo al bajar me he dado cuenta de la pendiente que hay: He tenido que bajarme de la moto, ¡ de una de trial! y bajar a pie con ella al lado de la impresión que me ha dado.
Después de jugar un rato en una pradera verde y amarilla y hacer subidas y bajadas en un talud de unos tres metros de altura con escalones, me he dirigido a la senda que subía a otro alto. ¡Oh sorpresa que igualmente el final se la traía! No iba yo preparado para exigirme: voy solo, además. Pongo la cámara ( mira que si salgo cayendome ...) y patina la rueda de atrás. Mucha presión he dado a las ruedas pensando en pasear sólo.
Una vez arriba me encuentro una pradera que nuevo me obliga a parar, quitarme el casco, sentarme mientras soluciono algún problema con la cazadora y disfrutar del día; El casco al sol, que el melón me sudaba.
Me tenía que haber llevado algo para picar: ¡Que no se me olvide la próxima vez!
Tras el descanso, me he quedado ahí arriba enredando con algunas piedras y espantando algún conejo.
De nuevo me sorprende la bajada, un tramo de tres metros que de subida no me ha ofrecido duda alguna pero luego ya me ha obligado a bajar presiones para sentir más seguridad al hundir la maneta de freno.
Acto seguido me he dirigido a la zona más alta. Es pista, empinada, y de nuevo el paisaje por las fechas en las que estamos se encuentra para disfrutarlo, más cuanto más subo.
Monte bajo muy espeso. Zona muy alta. Veo dónde llega la pista y vuelvo atrás y de nuevo paro a disfrutar de otras cosas:
Del cielo y de la tierra:
El calor empieza a sentirse, no aprieta, pero apetece hidratarse, y viendo la hora bajo para pasar un rato en aquél talud de tres metros y en subir y bajar monte de camino al carro, pensando que la pequeña zona da para entretenerse con esta moto paseando, cogiendo el truco a esta moto y ejercitando piernas y brazos, y será en otro rato, pronto, para disfrutar de la primavera y volver a cargar de calma cuerpo y mente que seguro perderé a lo largo de la semana.