La idea de esta salida era buscar la entrada de una pista en la que veo perderse por un valle cada vez que paso, desde una carretera que discurre a cierta altura. Para ello, he de coger autovía de salida de la capital y recorrer 49 kms.
En la salida de la autovía tomo una carretera que se encuentra llena de casas de campo, y fincas valladas con un huerto; En muchos casos acompañadas de una autocaravana que sirve de refugio si no hay casa, el coche viejo que quedó ahí, y/o un tejadillo con... cosas; Normalmente, cuando paso, tienen encendida lumbre y el humo saliendo por la chimenea añade al paisaje otra nota que hace que me guste más aquello. Es una atracción natural a este tipo de paisaje, imagino grabada desde mi niñez de mis estancias en "La Vega".
Alcanzo el lugar, y a la segunda acierto a entrar en la pista que quiero conocer y curiosear a derecha e izquierda. Sin embargo el gatillazo sufrido fue tremendo: a los mil metros de empezar, disfrutando del entorno, aquello se acababa. Y se acababa en una subida muy pendiente que terminaba con si se hubiera caído un puente. Y no había más, por lo que ¿dónde está esa pista que veía perderse lejos? El caso es que el objetivo lo borro de la lista.
Había dejado a la derecha una "Y" que seguí para llegar al pueblo que no andaba muy lejos. Me sorprendió que, si, llegaba al pueblo, pero, entraba por la ermita, en la que había carteles de la reforma que andan realizando, y en donde existía un mirador, con parque infantil y merendero. Frente a mi iba cayendo el sol, con lo que la escena desde lo alto, con el valle al fondo, todo verde y todavía otoñal, hizo que me parara, me quitara el casco y cotilleara los alrededores. Se estaba bien. Daba el sol y la ropa de la moto cogía calor.
Miré el reloj, y pensé en volver hacia Madrid, pero, apuntando hacia Morata de Tajuña por caminos. Orientarse desde allí no es difícil; se ve la Sierra de Madrid, las torres de Plaza de Castilla, la nave de Cuétara, la cementera, suficientes referencias para no perder el rumbo. Al rato encontré revoloteando a un tipo con... esas alas delta con triciclo y motor. Tenía que estar disfrutando de verdad. Viento en calma, debajo todo verde... Media hora más tarde, en un cruce, me di cuenta que era conocido. Por donde había llegado hasta él no lo era, pero, lo identifiqué rápidamente. Me dio cierta rabia porque andaba pasándolo bien por los caminos que llevaba, con alguna trampa de barro escurridizo y el temor al neumático delantero que llevo con el que peco de prudente.
Volví a mirar el reloj, y como iba bien de tiempo quise repasar la fuente y merendero que tenía cerca.
El lugar es como un gua. Se trata de un verdadero agujero, al que se llega por buenas pendientes, y en el que me siento aislado. Dejas arriba el mundo y como si bucearas, te metes en un lugar silencioso, con chopos, trinos de aves, y el chorro de la fuente. Además, encuentro el lugar recién reformado y arreglado. Estoy solo y todo nuevo que da pena pisarlo.
Pasó un hombre sobre una MTB, que creo que era más el trabajador de la finca que se encuentra cerca, que alguien que sale a dar una vuelta en bici. Hice la última foto y me dirigí a buscar la carretera que me gusta de vuelta a casa, enlazando curvas y disfrutando de la pantalla abierta sintiendo el aire cada vez más frío en la cara.
La nueva Transalp tiene unos 2.800 kms. Siento que la voy conociendo, y, de igual modo, descubro que me va gustando más, y que va cumpliendo las expectativas que tenía del modelo.
Es la cuarta Transalp que tengo. Un catálogo de ella, un A4 por doble cara, colgó durante años en mi habitación de jovencito. Esa moto me impactó. Podía ir por carretera donde fuera a buscar el campo. Esa era la idea que me transmitía, dejando atrás a la XL 600 de depósito grande, Djebel, XT Teneré 600, etc., con mayor suavidad y comodidad para hacer kms.
Y esa misma idea lleva la nueva, nada más verla, y nada más ver sus especificaciones técnicas.
Recupera la suspensión original con la que ganar más comodidad, al igual que la rueda de 21" que además irá mejor por campo, el carenado es más alto, y decían que la sexta era muy larga, perfecta para rodar más bajo de vueltas a velocidad de crucero.
Todo esto sobre el papel, y primeros vídeos de prueba. Luego tocó probarla.
Y llega el probarla. Una vuelta de una hora. Medida con la anterior 700, para cumplir con el tiempo que prestaba la Concesión, saliendo de la ciudad, autovía, carretera de doble dirección, una pista, y vuelta. El aplomo fue la característica que más me impresionó. La sensación de que paras y con los pies en las estriberas no se va a caer. Vibraba menos que la700, la ví no grandota, podía con ella, y al entrar en campo la rueda grande se notaba, y, sorpresa por la posición erguida rodando de pie.
Finalmente la moto la he comprado, y puedo sentir cómo me cuesta adaptarme al nuevo modelo, o, quizá, me doy cuenta de cómo debo dejar tiempo para rodar y aprender a sacarle partido. Y, después de 2.800 kms, veo que tiene lo que tenía la primera Transalp en cuanto a ergonomía, carenado, tamaño, y que es como la Teneré 660 que tuve una moto en la conduzco estirado, donde la espalda aguanta más y mejor, y las suspensiones blandas de las que peca según las revistas, no hacen tope pero hacen que no resulte tan secas como en la 700. Es decir, que ahora, con 58, tengo una moto para ir a buscar el campo de forma más confortable, me vale para rodar por caminos, no la veo tan apropiada para meterla entre piedras y grietas con ese saliente del motor que tiene, y un cubrecarter que no protege algunas cosas que debiera, buena para llevar mis cosas, y, apropiada para hacer curvas, acelerar fuerte y frenar igual si quieres, entretenerte un rato tras conducir admirando el paisaje por alguna conocida zona de curvas que te gusta.
Seguiré contando