Aproveché para ir a disfrutar de una vistas increíbles a las afueras del pueblo, que algún aldeano parece que no conoce para mi sorpresa.
Algo de cuesta arriba, a ratos en primerita, otros andando.
No es un fiordo noruego, pero, lo recuerda, y lo mejor: abrir la puerta y a nada.
Desde el agua llamo la atención, y alguno pide saludo y desde arriba se escuchan los comentarios sobre el de la bici de ahí arriba. Perfecta acústica.
Voy buscando algo que no debo comentar, pues no está permitido. Aquí, cada día, menos se puede hacer; Si te cogen te multan, y si no debes llevar licencia. ¡Qué complicada nos hacemos la vida!
Eso si, sigo sin ver medidas en las que a veces pienso para dejar de ver y escuchar en los medios esto:
Han pasados dos meses y huele a quemado todavía.
Es desolador.
Este árbol, con tantas ramas retorcidas, parece como si se hubiera retorcido de dolor mientras se quemaba y se iba al suelo.
Seguía para adentro del bosque, pero, había disparos y no queriendo tener disgustos ni darlos, me doy la vuelta al poco, pues este destrozo, a mismo tiempo, me atrae y me empuja como para seguir sintiendo dolor de ver cómo ha quedado.
Qué lío con la arena: en primera ruedas bien, pero, si te vas por que el manillar se gira de pronto y paras, luego arrancar cuesta.
Esperemos que no se termine de quemar la zona.... Mientras, no tiremos cristales ni porquería, de paso, pues en esta ocasión fue una botella de cristal al parecer la que hizo de lupa y dio lugar al incendio.
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