Se acaba el año y toca quemar días de vacaciones. Esta es la parte positiva, y la negativa es el tiempo adverso normal en estas fechas, si te gusta estar por ahí, fuera de la ciudad.
La niebla fue intensa, y no levantaba. Suma que todo lo que me gusta del sencillo LS 2 (cómodo, pantalla sin vibraciones y estanca, cierre y ausencia de parasol que tantísimo he notado) deja de hacerlo con niebla: no he visto nada peor en todos los años de moto que llevo y kms recorridos, que no son pocos. Paré en la gasolinera de Mondejar con la idea de limpiar la pantalla, echar gasolina, conectar los guantes para calentar las manos y media vuelta para casa tras hora y media sufriendo y maldiciendo.
Sin embargo, hice todo lo dicho pero me tomé una guarrada de café de esas máquinas de gasolinera poco más grandes que las de casa. Cuando salía del interior, la niebla levantaba, y la mañana quedó tan gris como se ve en la foto, pero, claro, esa era ya una realidad muy distinta.
Así que, llegué a "mi" balcón del Tajo, primero a la Ermita de Almoguera, donde saqué los trastos y me tomé el café que menos me disgusta.
"Trastos". Enrique, Carlos, Juan Antonio, el otro Carlos, se quejan de mis trastos desde siempre, y del peso que supone llevarlos. Pero, forman parte del encanto de "irse por ahí".
El calor del café, su cafeína y la buena ración de azucar, ahora sí, me inyectaron ánimo y empuje para bajar al embalse, cotillear por la presa, y continuar recorriendo "mi" balcón del Tajo.
Imaginé la posibilidad de encontrar zonas escurridizas. Bajé las presiones y me dije que media vuelta si iba a repetirse aquél día con J Carlos, Luis y Ricardo, en el que acabamos como verdaderos cerdos llenos de barro y cansados de levantar las motos.
Sin embargo, el camino resultó fácil y grato.
Querían asomar los primeros rayos de sol. ¡Oh, sorpresa! Esta zona, que he de recorrer en bici, es excepcional, y si la ilumina el sol, lo bordamos.
Un pastor me pregunta por la moto. Corta charla y me asomo a ver cómo anda de basura humana la base de pescadores
Se encuentra limpio, si bien, como este año no han trabajado la tierra de arriba, encuentro lo que deseo: vista al agua desde lo alto, cero viento, gorro, trinos, y ausencia de ruido - ni el tractor ese que me persigue siempre-.
El agua y el canto de las aves desestresan. De hecho hay terapias en las que se emplean grabaciones de cantos de aves. Sumemos que cuando cantan nos sentimos seguros, porque si callan, algo pasa.
Mis trastos me hacen pasar un buen rato: comida caliente tras un ensalada, postre (turrón duro), silla que me colocaré "cara al sol", pues, al final el pronóstico acierta por un rato por la zona indicada.
Si, el mundo cambia cuando estoy por ahí, no hay ruidos, no hay prisas, no hay obstáculos como calles, semáforos, pasos de cebra infectados de gente, falta de espacio, y todo es y te traslada tranquilidad. Ni me veo ya en grupo de amigos metiendo rueda. Uno tras otro al tran tran recorriendo sí, pero corriendo no.
Salgo de la zona, aunque a los pocos kms me lío por otra pista que ni recuerdo dónde cogí. Se nubla. El día se queda como cuando se fue la niebla.
Curiosas sensaciones en este ocre bosque, con cielo encapotado. Creo me miraba el bosque. Quizá le molesté al hinchar las ruedas con el ruidito de la útil bombita con batería. Me zampé el otro trozo de turrón y me eché a la carretera camino de Olmeda de las Fuentes, con mi sencillo LS 2, ese con el que llego a la casa con el cuello más relajado por no llevar el también útil parasol, pero, con el que siempre tienes que llevar cuidado de que el viento no tire más de la cuenta "parriba".
LLego a Arganda, visito el camping, y ya con las conclusiones sobre él claras, llego al barrio, aparco la moto, la cubro y a seguir.
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