domingo, 16 de julio de 2017

Castro de la Cogotas

El Castro de las Cogotas ha sido la excusa esta vez para salir de paseo con la Transalp.





Madrid anda por los 40 grados cuando se acerca la posible fecha de salida. Volver del trabajo es insoportable con el scooter, y los dos últimos días ni he llevado cazadora muy a mi pesar, pero siento que el calor se apodera de mi.

Hay que madrugar, sin excusa - lo que no me cuesta -, llegar al castro lo antes posible, y disfrutar de las horas de luz más frescas; Normalmente vuelvo a comer, pero, es conveniente volver antes. Campo, como no, pero un poco, algo corto, que no de guerra, que no genere más calor.




Iré de romano, can bañador y toalla, y como los pantalones permiten hacerlos cortos, me llevo zapatillas y dos pulpos para sujetar al asiento la ropa que haya que quitarse más allá de las doce, incluidas las botas. Por supuesto, merienda que no falte.

El emplazamiento del castro me parece un lugar sensacional, quizá mejor que en el pasado por las vistas del pantano.




 Tiene varias entradas,...



... y lo mejor está arriba, por la muralla, por las vistas, y la calzada que claramente se ve en la zona más baja por donde debieron circular carros y dar acceso a mercaderes. Se trata de un lugar grande, y que contaba con basurero del que se ha encontrado restos para identificarlo. Hay una pradera abierta arriba de lo más agradable para pasar un buen rato, o dormir.





 Las zonas de las viviendas se ven, no están muy reconstruidas pero cada uno ya que ponga su imaginación.




La muralla






Aquí, tras el paseo de una hora y media, tocaba baño, bajar a una de las playas que se ven desde arriba, ya con pescadores, para refrescarse, pero, no hace falta pues la temperatura no es la de Madrid, y en alguna zona viniendo por la autovía la cazadora ha venido muy bien. ¡Castilla!

Dejaré el camino de llegada a la izquierda y me iré a por ese arco en medio de la nada. Encuentro cancelas, sin prohibidos, y llego a un caserón donde aparece supongo que un capataz o similar que me pregunta. No me pone problemas, me indica, y sigo mi camino, y al poco, un hombre, un trabajador también levanta la mano por preguntar y por advertirme de los perros. Voy solo, no hago ruido en la medida de las posibilidades, y voy de paseo. Me retiro el casco y cuento mi libro. En este caso el hombre, soooordo como una tapia, queda sorprendido de mis ansias de ir por ahí, de haber salido a las seis y poco de la mañana para ir a ver ese arco, la conejera, donde no hay más que piedras.





El caso es que sus indicaciones me vienen muy bien, pero, lo que no me ha dicho es que hay zonas con alambre eléctrico tirado donde menos sospechas, y aunque han colgado señales rojas, trapos, ojo con ello.

Me adentro en un bosque más cerrado de encina, por senda, camino, senda, y al poco aparece entre más restos de castros en peor estado el arco; Es sorprendente que esté ahí y en pie. Y las vistas del valle, camino del pedrusco que luego buscaré, increíbles.




Vuelta a la moto, me pregunto si podré cruzar ese bosque. Camino algo y veo que más adelante se abre, con lo que arranco, salgo de ahí para abajo, y luego se va a adivinando por la pradera ruedas de tractor, y por donde pase uno de esos chismes pasa mi avispa.




Disfruto de la zona; Resulta como un lugar escondido, entre bosque, paredes de piedra, torres de piedra, como encantado. Y salgo a una pista y a la izquierda al poco la "torre piedra".



¡Y tiene pradera!

¿Dónde llevo mi pulga de jamón serrano? Esto y un café entrar de lujo. ¡Y sigue sin hacer calor!







Terminaré la pista en el pueblo. Corto trayecto de campo, pero, muy disfrutado. 




Ahora toca disfrutar de Avila un poco, ...








... y luego del regreso por la carretera de siempre por La Cañada, que me trae recuerdos de dos tiempos, El Escorial, Guadarrama y antes de llegar a la A VI de vuelta.





293 km, 7 horas de moto, de monte, de disfrute.


A ver que ha grabado la cámara de vídeo






Avila y Alrededores from Jesus A on Vimeo.

domingo, 9 de julio de 2017

"Fuente del Cuadro"


Después de una comida de familia, copiosa como suele ocurrir, bla, bla, bla, bla, y me entra un sueño que para qué. Así que me engancho al coche y me voy a dar una vuelta por esas carreteras de Castilla con agujeros, y por pistas.






Busco las que suben, para coger altura y disfrutar de la Sierra de Madrid desde el lado norte que tanto me gusta.

Este paisaje me recuerda más de una escena de alguna película española que veía con mis padres de  pequeño. 





Le pega el autobus desde se podría bajar un Alfredo Landa.




Sigo pistas fáciles y algún camino arcillero con alguna zona deslizante y bañera que al final me carga las llantas de barro, que luego notaré de vuelta a Madrid a cierta velocidad. Otros días no me importa, pero, ahí, con el suave motor de gasolina, ventanas abiertas pues no hace ni pizca de calor y ha llovido y huele a campo que para qué, con mi música, solo quería contemplar sin levantar una mota de polvo. Pero como cuando pintas, te pringas si o si, y aquí lo mismo y al final deja de importarme que se llene de polvo la ventanilla de atrás y de barro los bajos.




Ahora bajaré.





Entraré en un camino asfaltado aunque muy roto, metido en un valle y por el que la humedad es mayor, el fresco y las vistas; Enseguida me vienen lo pedales a la cabeza, o el baile por las primeras curvas subido en la Transalp. Lástima no llevarlas en el maletero.






¡Qué lugar! Fresco, manantial rodeado de olmos, de agua liiimmpiiia, y con vasos dejados en la piedra que invitan a beber.

No en cuántos lugares quiero ir a pasar la noche, pero, este es otro.





El valle desemboca en otro pueblo, que tiene puente con río. Nadie, todo para mi.





Una vez me ubico, veo otra pista que sube en dirección al pueblo. Seguiré y alcanzaré Tejares, pueblo donde trasladaron esta semana a los abuelos y vecinos por otro maldito incendio, y desde allí bajaré a casa disfrutando de la panorámica de ese tramo y del modo "sport". Que cacharros nos hacen ahora. Merece pasarle la manguera ...