Años ha, unos cuantos, el amigo Gonzalo me enseñaba la zona por la que pescaba con su padre siendo un niño.
La recorrimos en moto y a bordo de su Samurai y mi Vitara no se cuántas veces y con nuestras Transalp.
También hace años, se que esta zona es intocable por un cacharro a motor que no sea propiedad de algún afortunado que nació por estos lugares o familiar, o dueño de alguna tierra o casa.
Hacía más de un año que tenía en mente volver, y claro, en bici con la que todavía cabe ir casi por cualquier parte.
Así que, temprano, como me gusta últimamente, y a seis grados comenzaba a dar pedales para completar los 32 kms, casi, que he hecho entre ir, volver y juguetear por allí y por acá.
La piscifactoría cerró, me ha confirmado un lugareño, la que existía debajo del puente del río a mitad del recorrido.
Esperaba encontrar más agua en los dos saltos que hay, pero, no ha sido así, por lo que no me he acercado. Bueno, a uno no lo habría hecho por que pilla más a desmano. pero se veía que no.
El recorrido es practicamente llano, con esfuerzo justo, el que pongas tu según el ritmo que puedas, en mi caso, y para machacar un poco el corazón y las piernas nada como subir hasta el castillo,
Una lata de melva con cacho pan, unas pasas, y tras unas fotos, vuelta.
Algún desvío en la ruta de vuelta, escasos, pero suficientes para que salgan dos kms más que a la ida.
Un placer la bici por la ausencia de ruido del motor, frente a la moto, y una vez hecha esta excursión apetecen más, pero la moto, es la moto.
El río espectacular, por agua y colores.
A la vuelta la luz ha cambiado totalmente; Son cuatro horas más tarde, ha subido la temperatura aunque tampoco demasiado a la sombra.
Buen lugar de descanso, y más ahora sin motores, o al menos los justos.
Y para poner fin, tras el corzo de la mañana saltando por el río, huyendo tras verme, la segunda sorpresa.
Y fin. A Madrid.
Zascandil por el Dulce from Jesus Alloza on Vimeo.